Residencias y Centros de Día

Porque fui forastero y me recibisteis, estaba desnudo y me vestisteis.

En los centros para enfermos y ancianos, la Sierva de Jesús lleva a éstos el mensaje de Cristo a través de los cuidados físicos, la ayuda moral y la atención espiritual. Los ancianos a quienes falta el vigor físico fundamental para el desarrollo normal de sus actividades humanas, se consideran enfermos.

Necesitan de la caridad para llegar al término de su vida con la paz de los hijos de Dios.
Cuando el ocaso de la vida se muestra cercano, palpable y ya ineludible en el tiempo, nuestro apostolado de caridad en esta etapa debe ser cercanía y consuelo, manos abiertas que enlacen para dar seguridad a esas manos envejecidas por el paso de los años y la dureza de la vida, para que puedan caminar su último tramo al calor del amor gratuito y sincero de almas consagradas a descubrir en ellos a su mismo Señor. Debemos ser corazones que rebosen ternura que sea capaz de llenar los vacíos, debemos ser sonrisas de Dios para sus ojos cansados, palabra entrañable que les llegue al corazón y les haga sentir la cercanía de un Dios que los ama.

La vivencia de este ministerio, muy actual dadas las circunstancias demográficas, sobre todo en Europa, constituye una presencia y un campo de misión que busca dignificar la última etapa de la vida, Don de Dios. En esta búsqueda debemos estar a la altura de las circunstancias de nuestra sociedad en pro de una mejora asistencial que sea fruto de un deseo nacido de la ilusión en la entrega, una renovación del dinamismo apostólico y sobre todo fruto de la necesidad de dar a Dios, a través del cuidado de nuestros hermanos, lo mejor de nuestra vida y con nuestra vida.