D. Mariano José de Ibargüengoitia, 1888 - 2018

El día uno de febrero del 1888, la prensa de Bilbao, informaba a sus lectores el fallecimiento del Presbítero D. Mariano José de Ibargüengoitia y Zuloaga, cura ecónomo de la Parroquia-Basílica del Señor Santiago de esta Villa.   La muerte de D. Mariano dejó consternados no sólo a sus buenos parientes y amigos, sino a todos sus feligreses y vecinos de la Villa, en particular a las Religiosas de las Comunidades del Refugio, Hijas de la Cruz y Siervas de Jesús de la Caridad.   Santa María Josefa, enterada telegráficamente del suceso, se puso en camino para Bilbao.

Su fallecimiento tuvo lugar la mañana del 31 de enero de 1888 a las 15:45 h. en la Casa Cural. En este mismo día de madrugada moría en Turín S. Juan Bosco, que curiosamente también nació como D. Mariano en el año 1815. D. Mariano murió en opinión de santidad. «Bilbao entero ha llorado su muerte como la de un Santo», escribía Santa María Josefa del Corazón de Jesús y añadía: «Es voz general que lo hemos de ver en los altares». 

SACERDOTE DE DIOS

  Fue un hombre de pocas palabras y mucho fundamento. De sobria expresión y mucha verdad. Amante de la eficacia apostólica genuina y amigo por tanto del escondimiento fecundo. No quería plataformas de ostentación, sino puestos de servicio. Fue pastor. Nunca mercenario. Apasionado por la obra bien hecha. Enemigo declarado de toda publicidad pseudo-apostólica. Siervo de las Siervas. Supo unir a todos sus trabajos ministeriales y parroquiales el del servicio al Instituto de las Siervas de Jesús.  Varón de recia contextura anímica, sabía dejar a las mujeres el gobierno de su vida religiosa, sin interferirse para nada en la ordenación inmediata del Instituto. Sabía muy bien que a los directores espirituales corresponde por ministerio, por preparación y por experiencia, el consejo, la labor de discernimiento, el asesoramiento prudente, el aliento oportuno, pero sin adelantarse para nada, ni manifiesta, ni encubiertamente, por el delicado terreno del gobierno interior de las comunidades femeninas, donde es la propia psicología de la mujer la que tiene la clave de los secretos.

Fue en esto D. Mariano discípulo fiel de la santa Doctora de Ávila. Y pionero en el tiempo de esa lección de perpetua actualidad, la del feminismo cristiano, D. Mariano respetó e hizo respetar en todo momento la dignidad natural y sobrenatural de las mujeres que se entregan para siempre al servicio de Dios y de las almas. Sigamos orando para que se haga realidad el deseo de Santa María Josefa de verle un día en los altares para gloria de Dios.

Sor Verónica Sorita, S. de J.

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